¡Que broten las ideas!: guía para una hacer una huerta escolar

¿Por qué una huerta en la escuela? 

Según el Programa ProHuerta del INTA, la huerta es mucho más que un espacio productivo: es un entorno de aprendizaje integral. Funciona como un recurso pedagógico que vincula el aula con la tierra, permitiendo abordar contenidos de ciencias, ambiente, tecnología y nutrición desde una experiencia real y significativa.

En ese proceso, no solo se cultivan verduras, hierbas y hortalizas, también valores como el respeto, la cooperación y la conciencia ambiental. La huerta invita a observar, esperar y cuidar, fortaleciendo el trabajo en equipo y el vínculo con la naturaleza.

Además, al cultivar sus propios alimentos, niñas y niños desarrollan una relación más consciente con lo que comen y comprenden que una alimentación saludable comienza en la tierra, mucho antes de llegar al plato.

Más allá de su función productiva, la huerta escolar es un espacio vivo que transforma la experiencia educativa y conecta con lo esencial: los ciclos naturales, el cuidado del entorno y el aprendizaje compartido.

¿Qué se necesita para hacerla?

Hacer una huerta no requiere grandes recursos, pero sí planificación, constancia y compromiso. Según el Manual ProHuerta, estos son los elementos básicos que tenés que tener en cuenta para empezar:

  1. Luz solar: la huerta necesitará al menos de 4 a 6 horas diarias de sol directo, especialmente para las hortalizas como el tomate, el pimiento y el zapallito. Te recomendamos que elijas un espacio despejado y en lo posible que esté orientado al norte.
  2. Buen suelo o recipientes: Si la huerta será en la tierra, esta debe estar bien aireada, sin basuras ni escombros, y con un buen drenaje. ¿Por qué esto último es suuuuper importante? Si el agua queda acumulada en la tierra puede producir: que las raíces se pudran, que disminuya el oxígeno del suelo, favoreciendo la aparición de hongos. Por otro lado, si la huerta será en macetas o cajones, asegúrate que tengan orificios para que el agua pueda escurrir. Otra opción es usar canteros elevados, con estructuras rectangulares (de madera, ladrillo o materiales reciclados) que se eleven del nivel del suelo (entre 20 y 80 cm).
  3. Agua: es clave contar con una fuente de agua para regarlas diariamente. Recomendamos que los riegues al atardecer o temprano en la mañana para evitar que el agua se evapore o que los cultivos sufran golpes de calor en verano.
  4. Compost o abono orgánico: ¡ya sabes cómo hacerlo! Te contamos sobre ello en este artículo. La tierra mejora muuucho si se combina con abono de compost ya que aporta nutrientes, mejora la estructura del suelo y reduce residuos.
  5. Herramientas básicas: no hace falta mucho: pala de mano, un rastrillo, regadera o botella con agujeros y guantes si es necesario.
  6. Trabajo en equipo: la huerta es un espacio compartido. Involucrar a docentes, estudiantes, auxiliares, familias y comunidad fortalece el proyecto y multiplica el aprendizaje.

Planificación del suelo:

¿Sabías que en 7 pasos podés tener listo el suelo para comenzar a cultivar? ¡Mirá!

  • Paso 1: Limpiar el terreno. Retirá vidrios, plásticos, piedras, yuyos y cualquier otro desecho. El suelo debe quedar libre de materiales que puedan afectar el desarrollo de las raíces o contaminar los cultivos.
  • Paso 2: Marcar los canteros. Si la huerta irá sobre el suelo, lo ideal es que los canteros tengan de 1 a 1,20 m de ancho (para llegar con la mano al centro) y entre 3 y 5 m de largo. Usá estacas e hilos para marcar con claridad los bordes.
  • Paso 3: Remover la tierra. Con pala o rastrillo, aflojá el suelo entre 25 y 30 cm de profundidad. Esto mejora la aireación y permite que las raíces se desarrollen.
  • Paso 4: Incorporar compost o abono. Mezclá compost casero o abono orgánico en la tierra removida. Esto aporta nutrientes esenciales y mejora la estructura del suelo, permitiendo retener mejor la humedad.
  • Paso 5: Nivelar y desmenuzar. Emparejá el cantero con rastrillo, rompiendo los cascotes grandes. La superficie debe quedar lisa para facilitar la siembra o el trasplante.
  • Paso 6: Regar antes de sembrar. Humedecé bien el cantero con una regadera o manguera de lluvia suave. Esto prepara el suelo para recibir las semillas o plantines.
  • Paso 7: ¡A sembrar! Listo el terreno, ya podés sembrar según el calendario de estacionalidad. Recordá hacer raleos si sembrás en forma directa y cubrir levemente las semillas con tierra fina.

Pero… ¿qué sembramos?

Cada fruto tiene su estacionalidad. Para saber cuándo es más conveniente sembrar, te presentamos este calendario:

 

 

 

¿Cómo lo sembramos?

Hay dos formas de sembrar, por siembra directa o por siembra en almácigo. En ambas formas deberás con una tablita hacer pocitos separados por unos 10 centímetros.

  • Siembra directa: en el cantero sembramos las semillas grandes (zapallo, zapallito, melón, poroto, maíz, sandía) y las que no se trasplantan (zanahoria, perejil, rabanito, espinaca, remolacha). Recomendamos que en la profundidad del surco deben entrar 3 semillas.
  • Siembra en almácigo: consiste en sembrar las semillas en un espacio pequeño, protegido y controlado (como una bandeja, cajón o maceta), para luego trasplantarlas al lugar definitivo cuando las plantas ya están más fuertes. Se usa para proteger las semillas en las primeras etapas ya que brinda las condiciones ideales (temperatura, humedad y resguardo del clima), lo que favorece una germinación más segura. En el cajón de madera o en tachos grandes con un agujero para el drenaje, se pone una capa de piedritas apara que el agua corra. Luego, se llena de tierra buena y arriba un poco de abono bien finito.

¡Aprovechá mejor el espacio de la huerta! Mientras los almácigos crecen en un rincón, el cantero principal se puede usar para otros cultivos o prepararse con tiempo. También ayuda a cuidar cultivos delicados ya que algunas especies como tomate, pimiento, lechuga o cebolla son sensibles al frío o a plagas, y germinan mejor en almácigo.

Tips para cuidar la Huerta Escolar

Sabemos que muchos cultivos son sensibles a los cambios de temperatura. Para protegerlos del frío en invierno o del exceso de sol en verano, se pueden construir túneles o coberturas simples utilizando arcos de alambre, cañas o ramas flexibles, y una cobertura de plástico transparente o tela de red gruesa.

Esta estructura actúa como un microinvernadero: conserva el calor por las noches y filtra el sol durante el día. Pero es muy importante que, cada día, se levante o ventile esa cubierta durante algunas horas, especialmente en las horas más cálidas, para evitar el exceso de humedad, el calor acumulado y la falta de circulación de aire, que pueden favorecer enfermedades.

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